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La trascendencia primordial del acuerdo de libre comercio en servicios firmado con Chile no es en el reducido intercambio con ese país sino en la apertura de mayor acceso a los mercados del Pacífico. Es una puerta que el gobierno abre sigilosamente, para tratar de sortear la poderosa oposición interna de sectores del Frente Amplio que se encrespan a la sola mención de un TLC.

El MPP del expresidente José Mujica, el Partido Comunista, parte del Socialista y otros grupos menores de los 28 que integran la alianza de izquierda solo ven el posible impacto negativo de importaciones libres de aranceles sobre algunas ramas de actividad aquejadas de baja competitividad. Pero omiten aceptar que esas eventuales desventajas son sobradamente compensadas por un resuelto empuje a las exportaciones, con impulso automático al crecimiento de una economía débil y a la consecuente generación de empleos. Incluso para poder cerrar el acuerdo con Chile, nuestro gobierno debió introducir una cláusula que asegura que “los trabajadores uruguayos no van a perder ningún derecho”, según aclaró el canciller Rodolfo Nin Novoa, algo difícil de explicar.

Otro resultado importante del acuerdo con Chile es la aparente confirmación de la disposición de los socios mayores del Mercosur, Brasil y Argentina, a flexibilizar la manea de la cláusula 32 del tratado regional, que impide a un país miembro concertar individualmente un TLC con terceros países. El suscrito con Chile repite lo ocurrido en 2003 con México, práctica luego trancada en 2006 cuando el presidente Tabaré Vázquez debió rechazar el TLC que nos ofrecía Estados Unidos por intransigencia ideológica dentro del Frente Amplio y de los socios principales del bloque regional. La situación ha cambiado para bien con la desaparición de los fracasados gobiernos populistas de entonces. La derrumbada Venezuela chavista está radiada del Mercosur y los nuevos gobiernos de Argentina y Brasil también quieren negociar por su cuenta mayor apertura comercial para apuntalar sus agrietadas economías.

El canciller trasandino Heraldo Muñoz ya anunció que, al margen del seguro incremento del intercambio y de la inversión de empresas chilenas en nuestro país, su gobierno alentará la vinculación uruguaya a la exitosa Alianza del Pacífico. Chile, el país de mayor dinamismo económico en América Latina gracias a 25 acuerdos de liberalización comercial con 64 países, integra con Perú, Colombia y México ese agrupamiento que, en menos de dos años, ha integrado el 90% de su intercambio comercial interno sin aranceles. Chile acaba de concluir también su incorporación al Acuerdo Transpacífico (TTP) de 12 naciones, que incluye redituables mercados asiáticos pero que es rechazado por los sectores más conservadores y atrasados del Frente Amplio, tanto por errados argumentos económicos como por resquemores ideológicos debido a que lo lidera Estados Unidos.

Es hora de que esos grupos se incorporen al mundo actual, en el que sin amplia apertura comercial los países, especialmente las economías pequeñas como la uruguaya, están condenados a una estancada vida de pobreza y restricciones. Hasta ahora han frustrado las políticas que promueven razonablemente quienes conducen el Poder Ejecutivo. Si algún día abren los ojos a la realidad, tienen que apoyar sin fisuras a su propio gobierno, al que siguen obligando a buscar el desarrollo casi a hurtadillas, en cautelosos tanteos parciales.

 

Fuente:
http://www.elobservador.com.uy/tlc-chile-el-pacifico-n981102
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